Los sueños a veces nos juegan malas pasadas y nos hacen vivir momentos verdaderamente terroríficos. Hace años tuve una terrible pesadilla que no he podido olvidar. Me he servido de aquel sueño para escribir éste relato, espero que os guste.
Grité de espanto y desperté entre jadeos. Acababa de tener una pesadilla horrible. Soñaba que había asesinado a alguien. No le conocía. Sólo recuerdo que soñaba que su cuerpo yacía en el fondo del mar sepultado en el maletero de un coche, y sin saber el cómo ni el por qué, era consciente de que yo era el autor de tan peculiar sepelio. Las alarmas debieron saltar en mi subconsciente haciéndome despertar, porque yo no soy un asesino.
Aliviado de volver a la realidad, sonreí sentado en la cama feliz de que tan terrible experiencia hubiera acabado. Me levanté y me dirigí a la cocina. Con mi café en la mano miraba por la ventana el cálido sol de invierno reflejado en el mar. Era un día estupendo. Pero algo flotaba en mi mente. Ese sueño horrible me perturbaba. ¿Por qué me sentía inquieto?. ¿Por qué sentía cierto sentimiento de culpabilidad?.
-«Bah, bobadas»- Pensé mientras apuraba mi café y me dirigía a la ducha. Pero tenía la sensación de que algo se me escapaba. Pensé que sólo era cierto desasosiego por mi terrible y reciente experiencia onírica, asi que aparté esa sensación.
El día transcurrió con normalidad. Era viernes por la noche y quedé con mis amigos para tomar unas tapas y un par de copas. La noche transcurría entre risas y charlas, me sentía bien con los capullos de mis amigos de siempre, donde siempre te sentías como en casa. De repente me pareció escuchar una voz susurrante en mi oido que dijo -«Lo hiciste».
-¿Y a tí que te pasa?-Me preguntó Mario .- Ni que hubieras visto un fantasma, tio.
-Aquí el único fantasma que hay eres tu, mamón.
No habiá visto un fantasma. Pero juro que sí que me pareció escucharlo. Al cabo de las horas la noche tocó a su fín y me dirigía a coger mi moto para irme a casa.
-«Joder que frío hace»- Pensé mientras mis pasos resonaban en el pavimento de la calle desierta a esas horas. Y volvió a ocurrir.-«Lo hiciste»…-
Ésta vez noté un aliento en el oído con un olor a putrefacción horrible. Me giré y vi una sombra girar la esquina. -«Ya está bien, hombre»- Aquello ya era una broma de mal gusto, aliviado de comprobar que no estaba volviéndome loco, perseguí a aquella sombra de alguien que se lo estaba pasando muy bien a mi costa. Incluso sentí mas alivio al pensar que debió ser uno de mis amigos que estaba en plan guasón. Seguramente el friki de Miguel, que siempre andaba con historias de ultratumba y cosas así.
Cuando giré la esquina vi aquella silueta corriendo hacia el muelle.
-¡Eh!. ¡Miguel, cabronazo, espera!.
Llegó al extremo del muelle y se paró. Se giró y me miró. Un rostro violáceo con el pelo mojado y unos ojos con los iris blancos me sonreía. Unas cuerdas colgaban de sus muñecas y sus tobillos. Me sonrió. Unos dientes negros aparecieron detras de sus exíguos labios mordisqueados por los peces mientras me volvía a repetir- «Lo hiciste».
En ese momento se arrojó al mar. Corrí al borde y miré aquel rostro hundiéndose en la negrura del agua portuaria. Se hundía lentamente mientras ese rostro miraba hacia arriba e iba desapareciendo en la oscuridad sin dejar de mostrar aquella sonrisa macabra.
Sentí un brote de pánico. ¿Qué me estaba pasando?. ¿Qué era ese horror?. Algo se iba aclarando en mi mente y empecé a comprender. Presa de un terror ancestral cogi me teléfono movil y busqué en internet noticias de mi ciudad relacionadas con muertes trágicas. Y allí estaba. Una noticia antigua. De hacía 6 años.
«Aparece un cadáver atado y amordazado en el maletero de un coche hundido en el puerto» .
Patricia Martínez-Redacción.
«En la mañana de hoy una grúa sacaba del agua el coche arrojado al mar en la madrugada de ayer, según afirmaba un testigo que pescaba en el muelle opuesto. El vehículo estaba desocupado en su interior, pero al abrir el maletero, la Guardia Civil se llevó una terrible sorpresa al hallar el cadáver de un hombre atado de pies y manos y amordazado. La identidad del fallecido se desconoce, aunque algunas fuentes…».
En ese momento el móvil cayó de mi mano al suelo del muelle. Y entonces recordé. Maté a esa persona hacía 6 años y oculté mi crimen de aquella manera. Haciéndole desaparecer en su propio coche en la oscuridad del maletero, atado y amordazado mientras el pequeño y oscuro habitáculo se iba inundando hasta hacerle morir ahogado.
No recordaba el por qué hice aquello. Sólo supe que sí, que yo lo hice. Pero era incapaz de recordar nada, excepto que yo lo hice.
Las lágrimas rodaban por mis mejillas y grité con todas mis fuerzas. Di dos paso y caí al mar hundiéndome lentamente…hasta que la oscuridad me envolvió y dejé de respirar.
Ahora cada noche paseo por este muelle persiguiendo a esa sombra que corre hacia el borde y salta al mar mientras me repite una y otra vez- «Lo hiciste, lo hiciste, lo hiciste…»
José Ramón Pérez. Octubre de 2.018.


